Poco a poco, muy poco a poco, comenzó a escucharse un sonido que les llenó de esperanza. Al principio, solo fue un leve rumor, un temblor, que no consiguió despertarlos del letargo en el que habían caído tras la experiencia vivida aquella última jornada. Pero aquel rumor se convirtió en un sonido que retumbaba cada vez con más fuerza. La tierra, ahora sí, comenzaba a temblar y a lo lejos, empezaron a escucharse gritos de guerra bien conocidos por los galos. Por fin, el ejército de socorro estaba llegando. La salvación estaba muy cerca. Pronto arrasarían a los romanos y aquella pesadilla habría acabado.
Todos los guerreros de Alesia se asomaron a las murallas para tratar de vislumbrar la multitud que creían adivinar. Las tribus mezcladas se abrazaban emocionadas y con lágrimas en los ojos, trataban de convertir aquel sonido en una imagen real, pero no veían nada aún.
Tras varias falsas alarmas, finalmente comenzaron a ver las primeras unidades de caballería. A la vista de Alesia, aquella masa de guerreros galos, la mayor horda que jamás hubieran visto los tiempos, gritaba enfervorecida mientras evaluaba con la mirada, seguros de poder acabar con ellas, aquello que el enemigo les había preparado: las imponentes defensas que César había creado en el sitio de Alesia. El ejército fue acampando en una amplia explanada al suroeste de la ciudad, a una prudente distancia, sin duda esperando la llegada del total de sus efectivos para poder iniciar así el ataque definitivo.
En lo alto de las murallas de Alesia, los jefes galos observaban al imponente ejército que estaba llegando en su auxilio sin poder contener su entusiasmo.
- Nuestras plegarias han sido escuchadas – le dijo Vercingétorix a Dadérax, el jefe de los mandubios – Tu pueblo se salvará y con él toda la Galia.
- No deben atacar enseguida. Las trampas de César… No saben que están ahí. Debemos avisarles- exclamó Biturgo, otro de los líderes galos que allí se encontraba.
- Salgamos y ataquemos también. César deberá defenderse por dos flancos. Eso les debilitará- propuso Critognato.
- Hagamos acopio de material y preparemos la salida. En el mismo momento en que inicien su ataque, atacaremos nosotros también -ordenó Vercingétorix- Deben saber que estamos bien y que les apoyaremos desde esta parte del sitio. Atacando y saliendo de Alesia les haremos ver que sus esfuerzos junto a los nuestros, nos harán libres. Será el fin de César y el inicio de una Galia fuerte y unida.
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