Apenas asomaron los primeros rayos de luz que pusieron fin a aquella inquietante espera, lo que Flaco vio ante si le dejó sin habla. Frente a Alesia había una increíble multitud. Si el día anterior había sido incapaz de calcular el número de enemigos, ahora tenía la sensación de que la cantidad se había triplicado. En un rápido cálculo mental y sabiendo como sabía que ellos eran alrededor de sesenta mil hombres, Flaco pensó que aquel contingente galo les podría perfectamente cuadruplicar en número… Eso hacía un total de… ¡Doscientos cuarenta mil galos! Abandonando aquel angustioso pensamiento, Flaco comprobó como todos los hombres disponibles estaban en sus puestos, armados y preparados para el inminente choque, confiados en que al menos en un principio el arduo trabajo de fortificación que se había alargado durante cinco extenuantes semanas, se mostrara efectivo. Y así transcurrieron las primeras horas del día, en aquel clima de tensión, observando los movimientos de los galos en su campamento, viendo como aún llegaban las últimas unidades galas más rezagadas. Preparado para luchar, Flaco se sorprendió de que nada más pasara, de que no se iniciara la batalla. ¿A qué esperaban aquellos bárbaros?
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