Ese mismo año 56 a.C. César ha de regresar a la Galia Cisalpina para solucionar los asuntos políticos de Roma. Las relaciones entre los dos miembros del triunvirato, Pompeyo Magno y Craso, que permanecen en Roma son cada vez más tensas. César ha de mediar y de mover sus hilos. Les convoca a una reunión en Luca, más allá de la frontera de la provincia que marca el río Rubicón, pues él no puede cruzarla ya que, un gobernador de provincia no podía entrar en territorio romano sin abandonar el mando de sus legiones y evidentemente César no iba a hacer eso. En dicha reunión, se reafirma el triunvirato. César mueve sus hilos en Roma para conseguir que ambos sean elegidos cónsules. Craso y Pompeyo en agradecimiento, confirman a César cinco años más como procónsul (gobernador) de la Galia, además de que ellos mismos se adjudican otras provincias: Craso será procónsul de Siria durante cinco años y así poder hacer la guerra contra los partos y Pompeyo se adjudica por el mismo periodo de tiempo el proconsulado de Hispania y África.
En el 55 a.C. César se tendrá que enfrentar a nuevas tribus en el norte de la Galia: los tencteros y los usípetos, pueblos germanos que han cruzado el Rhin para establecerse en territorio galo. Eran aproximadamente medio millón de personas que son recibidos por los nativos como aliados frente al dominio romano. Pero César reacciona con prontitud, les coge desprevenidos y masacra a casi 430.000 personas, mujeres y niños incluidos. A pesar de esta masacre, en la orilla germana del Rhin se concentraban muchos más hombres dispuestos a pasar a la Galia. César hace un alarde de ingeniería y decide construir, donde se alza la Roca Loreley (cerca de la actual Bonn), un puente sobre el río Rhin, uno de los más anchos y caudalosos de Europa.
En tan solo diez días, tiende dicho puente y traspasa con sus legiones el río. Es la primera vez que las legiones romanas pisan territorio germano. Las tribus allí concentradas, huyen despavoridas y se ocultan en los bosques, desistiendo de nuevas tentativas. Tras la demostración de fuerza de César y algunas escaramuzas, dieciocho días después, las legiones romanas se retiran de nuevo a la Galia, destruyendo el puente a sus espaldas.
Esta hazaña, junto con la masacre de los germanos protagonizada por César, al llegar a oídos del Senado, hace que Catón le acuse de hacer una guerra innecesaria y genocida, pidiendo que se le apresara y se le entregara a los germanos, pues de no ser así, la cólera de los dioses caería sobre el pueblo romano.
Pero el Senado, que tiene como cónsules a dos triunviros (Craso y Pompeyo) rechaza la moción y decreta más días de acción de gracias a los dioses por la gran hazaña de César, el primer general romano que ha entrado en Germania.
Ese mismo año, el 55 a.C., César y sus tropas realizaran otra gran gesta. Más o menos pacificada la zona norte de la Galia, a César le llegan noticias de un gran territorio, donde los guerreros se pintan la cara de azul, llamado por los belgas la isla de Mona, situado más allá del mar, atravesando el Canal de la Manica. Un lugar donde los druidas tienen su templo sagrado e iniciático (el Stonehenge) y donde habitan hombres con los mismos orígenes y cultura que los galos.
Ese misterioso lugar se llama Britania y era una gran isla, la que hot conocemos con el nombre de Gran Bretaña. Pero poco o nada conocía César y los romanos de ese territorio y de sus gentes. Sin pensárselo dos veces, en agosto del 55 a.C., César prepara una flota de 80 naves para transportar a dos legiones desde Itio, la actual Calais. Las tribus britanas, avisadas por sus hermanos galos, se preparan para rechazar a los romanos con una lluvia de flechas, dardos y piedras.
A pesar de ello, los romanos desembarcan y construyen un campamento. Pero el continuo incordio de las tribus locales y los pocos efectivos que habían desplazado los romanos, hacen que César decida retirarse, en septiembre, de nuevo al continente hasta una nueva y mejor ocasión.
Y así ocurrió. En junio del año 54 a.C., César volvió con cinco legiones y 400 caballeros. Los britanos no opusieron resistencia al desembarco esta vez y se retiraron hacia el norte para organizar sus tropas. César llegó hasta el río Támesis, estableció allí un campamento que luego se convertiría en una pequeña ciudad llamada Londinium (la actual Londres).
Pero una fuerte tormenta destruyó las tropas de refuerzo que venían desde el continente y César se limitó a firmar acuerdos de paz con los britanos, intercambió rehenes y se aseguró así que, si en un futuro volvían a haber rebeliones de los galos, no recibieran ayuda de los britanos. Vuelve César al continente y ante la escasez de víveres, no tiene más remedio que diseminar sus legiones en ocho campamentos para pasar el invierno.
César suponía que los galos no se conformarían con el statu quo vigente y se rebelarían contra el dominio de Roma. Y no se equivocaba. A finales del año 54 a.C. estalló una nueva insurrección en la Galia belga. Pero la peor noticia le viene a César desde Roma. Su amada hija Julia, ha muerto desangrada como consecuencia de un mal parto. El niño también ha fallecido. Durante días llora la perdida de su amada hija. Además teme perder el apoyo de su yerno Pompeyo Magno, uno de los tres triunviros. A pesar de ello, Pompeyo le concede dos legiones más para la guerra de las Galias. Ese invierno César no puede retornar a la Galia Cisalpina para atender los asuntos de Roma, dejándolos en manos de Pompeyo.
Pero no hay tiempo para las lamentaciones. En el año 53 a.C. César ha de hacer frente a la nueva revuelta liderada por Ambiorix, el jefe de la tribu de los eburonios.
Éste, aprovechando la diseminación del ejército de César, empieza a atacar los campamentos uno a uno. Consiguió destruir una de sus legiones, la del legado Sabino. Pero César reaccionó con frialdad y velocidad. Atacó y exterminó a toda la tribu eburonia. Sólo su jefe Ambiorix consiguió escapar más allá del Rhin. César construyó un nuevo puente sobre el río y lo atravesó. Asoló la ribera del río y volvió a la Galia, pero esta vez, solo destruyó la mitad del puente de la parte germana. Era un aviso a todos los germanos de que en cualquier momento César podría volver a marchar contra ellos. La Galia belga está destruida y pacificada.
Está finalizando el año 53 a.C. y la situación en Roma es muy complicada. El Triunvirato se ha deshecho. Pompeyo Magno, celoso de la gloria militar que esta alcanzando César se inclina hacia el bando optimate atraído por Catón. El vínculo que unía a César y a Pompeyo, Julia, ha desaparecido y César es incapaz de retener en su bando a Pompeyo. Además, el otro miembro del triunvirato, Craso, acaba de fracasar en su campaña contra los partos y a muerto en combate en la batalla de Carras. El tribuno de la plebe que César tenía de su bando, Publio Clodio Pulcher, está enfrascado en una batalla campal en las calles de Roma contra otra banda rival liderada por Milón, que ha financiado y apoyado el bando optimate. La anarquía domina las calles de Roma y César ve como pierde el control de los acontecimientos en la urbe. César acuartela sus diez legiones, escribe al Senado diciendo que la Galia está casi pacificada (aunque es más un panfleto propagandístico que la realidad) y regresa a la Cisalpina para invernar.
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