Vercingetorix |
Vercingétorix y sus guerreros, tras otro vano intento de superar las defensas y trampas romanas y habiendo perdido en el intento de neutralizarlas más hombres de los que hubieran deseado, ante las dificultades añadidas que presentaba la oscuridad de la noche, dio la orden de volver a Alesia, hacer acopio de más material necesario para rellenar las trampas y esperar a los primeros rayos de luz para volver a salir y apoyar el ataque del exterior. Mientras subían de nuevo la pendiente, mandó llamar a Dadérax, el jefe de los mandubios.
- Creo que, en vista de la inminencia del desenlace de este sitio, deberías dejar entrar de nuevo a las mujeres y niños. De esta batalla saldremos victoriosos o todos moriremos, pero será en un plazo muy breve. No hagamos sufrir más a los inocentes. Hazlo. Te lo dice tu rey.
Dicho lo cual apretó el paso y se encaramó de nuevo a su puesto de privilegiada observación en lo más alto de las murallas de Alesia. La imagen de muerte y desolación que tenía ante sí, traída por la luz del nuevo día que ya despuntaba, le heló la sangre.
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