El presente blog está dedicado a la figura de Gaius Iulius Caesar, el romano más grande de todos los tiempos, así como al concurso sobre su figura que se realiza anualmente en el Colegio Sagrada Familia PJO de Valencia entre mis alumnos de ESO. También me sirve como medio de expresión y comunicación con mis alumnos y mis compañeros de Historia, de Clásicas, de Ludi Saguntini,de Prosopon, de Chiron y de cualquier curioso que se quiera acercar. Mi nombre es Txema Gil. Sed bienvenidos.

martes, marzo 01, 2011

La eterna espera (ALESIA cap. V)

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CAPÍTULO V


Galos en asamblea agrupados en torno a Vercingetórix.

Las primeras luces del alba asomaban por el este. El silencio en el interior de la fortaleza denotaba que el ambiente estaba muy enrarecido. La asamblea de guerreros escuchó a Critognato y tras una larga discusión, había tomado aquella decisión sin un gran convencimiento, habiendo incluso valorado la antropofagia como una opción, tal era su hambre y desesperación.

Por un lado, todos los galos encerrados en Alesia eran conscientes de que aquel sacrificio era necesario en aras de la victoria definitiva contra los romanos. Pero por otra parte, todos tenían el corazón encogido. Habían traicionado la hospitalidad y la confianza de los mandubios, que les habían acogido en aquella vital necesidad de protección, poniendo a su disposición los inexpugnables muros de Alesia.

Confiaban en Vercingétorix y en la llegada de las fuerzas de socorro. Confiaban en que aquella treta, aquella decisión extrema que tomaron sus jefes en asamblea aliviaría sus sufrimientos. Pero la reacción de los romanos de no querer acogerlos les sorprendió. Habían confiado en que la codicia haría que los romanos acogieran como un regalo destinado a la esclavitud a aquellas personas y les dieran de comer, salvándoles así la vida. Pero no había sido así.

Campos de Alesia en la actualidad.
Ahora aquellos inocentes seres se acurrucaban los unos junto a los otros en grandes grupos, en una sinfonía de gritos desesperados y llantos que se clavaban como ardientes estacas en lo más profundo de sus corazones. Las miradas perdidas se volvían hacia los muros de Alesia buscando la comprensión o el auxilio del padre, del esposo, del hijo o del hermano, Pero no llegaba. Por más que las mujeres gritaran, nadie las amparaba. Ni a ellas ni a sus hijos que poco a poco languidecían en sus brazos. Y finalmente, la resignación dio paso al silencio.

Pasó otro día y llegó la noche. Aquella fue una noche eterna. Aunque las luces del alba de un nuevo día vinieron acompañadas de algo que iba a cambiar el ánimo de las gentes de Alesia.

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